Hablar de grandes beisbolistas mexicanos en la última década, es hablar de Julio Urías, un pitcher con grandes cualidades técnicas y que llevó a los Dodgers a ganar un título de Serie Mundial luego de 32 años.

Urías, se encontraba en lo más alto de su carrera, a un paso de ser agente libre y su renovación, estaba tasada en 300 millones de dólares, una cifra enorme para un pelotero mexicano en las Grandes Ligas. Todo parecía miel sobre hojuelas, el sueño de todo niño aficionado al baseball, brillar en la mejor liga del mundo y ser un ejemplo para los más pequeños.

En 2019 llegó el primer hit, con una denuncia por violencia doméstica, la cual, nunca procedió, por lo que su carrera continuó. A partir de ahí, logró llegar, en 2020, a la final de la Serie Mundial con los Dodgers de Los Angeles, se convirtió en el cerrador estelar y en el juego 6, un chocolate final selló el triunfo del cuadro angelino.

Estaba en su mejor momento, fue invitado a Palacio Nacional donde el presidente Andrés Manuel López Obrador, reconocería su nível deportivo llamándalo el “Valenzuela 2″. Con la Selección Mexicana dio grandes resultados, hasta que llegó el fatídico día.

En 2023, con la segunda demanda, su carrera se vino abajo. Fue cesado de los Angeles Dodgers, buscó acomodo en otro equipo, en otras ligas, pero la respuesta, fue la misma, no había cabida para un personaje agresor.

Su nombre sonaba para reforzar varios equipos de la Liga Mexicana de Beisbol y cuando todo parecía que se daría, la respuesta de Horacio de la Vega, presidente de la Liga, dijo que no.

La situación se tornó oscura para el ex liga mayorista cuando hace unas semanas, Los Angeles Times publicó el vídeo de la agresión de Urías a su esposa, en plena calle,saliendo del estadio de Los Angeles FC, teniendo como consecuencia, la expulsión definitiva de la MLB y apenas esta semana, Benjamín Gíl dio a conocer que no cuenta con el.

Julio Urías es el vivo ejemplo de lo que no se debe hacer, no solo como atleta profesional, si no como persona. Hoy, tiene que cumplir una condena de 36 meses de libertad condicional además de realizar trabajo comunitario y se encuentra esperando la resolución final del Comisionado de la Major League Baseball para definir su futuro, el cual, pareciera estar sellado.