La Opinión
El Futuro del Campo en Tabasco

En Tabasco, el campo siempre ha sido parte de nuestra identidad, pero hoy más que nunca, se presenta como una gran oportunidad para los jóvenes que buscan un futuro rentable y estable. Sin embargo, a pesar de los avances, muchos siguen viendo la agricultura y la ganadería como trabajos duros y poco atractivos. ¿Es realmente así?
Tabasco es un estado privilegiado por su biodiversidad y clima tropical, ideal para el desarrollo del sector agropecuario. Según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), es uno de los principales productores de cacao en México, además de destacar en cultivos como plátano y caña de azúcar. A pesar de esto, pocas veces se habla de las oportunidades económicas que el campo puede ofrecer.
El campo no es solo trabajo pesado bajo el sol. La tecnología ha cambiado la forma en que se cultiva y se cría ganado. Por ejemplo, la mejora genética en la ganadería ha permitido el desarrollo de razas como el Brahmán, resistentes al calor y a enfermedades, con un gran valor comercial. Además, el uso de drones, inteligencia artificial y monitoreo satelital está ayudando a los productores a mejorar su eficiencia y reducir costos. En ganadería, los sistemas de rastreo para el control de salud animal y la automatización de la alimentación son avances que hacen más rentable la actividad.
Cada vez hay más productores en Tabasco que aprovechan estas herramientas. Algunos ganaderos ya usan plataformas digitales para vender su ganado, permitiéndoles llegar a mercados más amplios y obtener mejores precios. Esto demuestra que el campo no solo es un trabajo de esfuerzo físico, sino también una industria en constante evolución.
Por supuesto, no se puede negar que trabajar en el campo implica retos. El calor, las lluvias y los desastres naturales son factores con los que hay que lidiar. Pero también hay grandes recompensas: estabilidad, independencia económica y la satisfacción de producir alimentos que llegan a muchas mesas.
El campo ya no es solo para quienes heredan tierras. Gracias a la tecnología, la capacitación y nuevos modelos de negocio, los jóvenes pueden entrar al sector con ideas frescas. Iniciativas como la agricultura orgánica, la ganadería de alto rendimiento y los cultivos especializados están mostrando que es posible hacer del campo un negocio exitoso y atractivo.
Mucha gente joven se aleja del campo porque cree que no tiene futuro, pero la realidad es otra. La innovación y la creciente demanda de productos nacionales e internacionales hacen que el sector agropecuario sea una opción rentable. Lo importante es cambiar la percepción y ver que el campo es una fuente de oportunidades para quienes estén dispuestos a aprovecharlas.
La Opinión
Remesas en la mira: Por Bernando Bosch

Donald Trump no necesita ladrillos ni concreto para construir un nuevo muro. Le basta un impuesto. El pasado jueves 22 de mayo, la Cámara de Representantes de
Estados Unidos aprobó por estrecho margen su nuevo plan fiscal, un megaproyecto que incluye recortes de impuestos, incentivos a ciertos sectores y un polémico gravamen del 3.5% a las remesas enviadas por personas que no sean ciudadanos ni residentes permanentes.
La propuesta fue aprobada por 215 votos a favor y 214 en contra, tras una maratónica sesión que incluyó tensas negociaciones dentro del bloque republicano. Ahora, el proyecto pasa al Senado, con la intención de que sea aprobado antes del 4 de julio, Día de la Independencia.
Más allá de su nombre y sus promesas, el contenido es claro, se busca financiar parte del plan migratorio y de seguridad fronteriza con dinero que proviene directamente del esfuerzo de los migrantes. En otras palabras, cobrarle a quien trabaja para sostener a los suyos.
México es, sin duda, el país más afectado. Solo en 2024 ingresaron más de 64 mil millones de dólares en remesas, un flujo que sostiene millones de hogares. En estados como Michoacán, Guanajuato o Jalisco, y más recientemente en Chiapas, donde las remesas representan ya el 10% del PIB, este impuesto golpearía directamente el tejido económico y social de comunidades enteras.
Pero más allá de lo económico, esta medida puede tener efectos colaterales preocupantes. Al encarecer el envío formal de dinero, muchas personas podrían optar por alternativas informales o peligrosas, redes no reguladas, métodos inseguros o incluso canales vinculados a la criminalidad. En lugar de controlar, este impuesto podría empujar a los migrantes a la clandestinidad financiera.
Además, el gravamen no distingue entre personas sin documentos y quienes tienen visas temporales de trabajo. Si no eres ciudadano ni residente permanente, pagas. Así de simple. Se castiga el estatus migratorio, no la actividad económica. Y eso manda un mensaje claro: el migrante sigue siendo visto como fuente de ingresos, no como sujeto de derechos.
Todo esto en nombre de reducir el déficit fiscal, aunque difícilmente un impuesto así tendrá un impacto significativo en las finanzas de Estados Unidos. Lo que sí tendrá, y ya lo está teniendo, es un impacto simbólico, se utiliza al migrante como herramienta política, como blanco electoral, como chivo expiatorio.
Y quizá lo más doloroso es que seguimos dependiendo de estas remesas. Lo que debería ser una red de apoyo familiar se ha convertido en una política económica de facto. Mientras no existan las condiciones para que millones de personas puedan construir una vida digna en México, cualquier decisión tomada allá por intereses que no nos consideran seguirá marcando el destino de familias enteras aquí.
Este impuesto no es solo una medida recaudatoria. Es un nuevo muro invisible, económico y profundamente injusto. Y, como siempre, las consecuencias no las pagará la política. Las pagará la gente.
La Opinión
Primero el agua

Los sistemas eficaces de gestión de aguas residuales son vitales para preservar la salud humana. A nivel mundial, el agua contaminada plantea riesgos significativos de diarrea, infecciones y malnutrición, que ocasionan 1.7 millones de muertes al año, la mitad de ellas en niños. 90% de estos fallecimientos ocurre en países en desarrollo y principalmente a causa de la ingestión de patógenos fecales de humanos o animales. A nivel global, el volumen de aguas residuales aumentará con el crecimiento de la población. Y a medida que se expanda la economía y los ingresos globales, el contenido de sustancias químicas peligrosas, tóxicos y desechos asociados al estilo de vida moderno también será mayor.
El tratamiento eficaz de las aguas residuales es esencial para la buena salud pública. La ONU reconoce “el derecho al agua potable limpia y segura y al saneamiento como un derecho humano que es esencial para el pleno disfrute de la vida y todos los derechos humanos.
Más de 80% de las aguas residuales del mundo se vierten en el medio ambiente sin tratamiento, una cifra que alcanza 95% en algunos países menos desarrollados. Hoy día, solo 26% de los servicios urbanos y 34% de los servicios rurales de saneamiento y aguas residuales previenen efectivamente el contacto humano con las excretas en toda la cadena de saneamiento y, por tanto, pueden considerarse seguros.
La buena salud y el bienestar están contempladas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3, que incluye las siguientes metas:
Para 2030, poner fin a las epidemias del SIDA, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles.
Para 2030, reducir sustancialmente el número de muertes y enfermedades producidas por productos químicos peligrosos y la contaminación del aire, el agua y el suelo. Por poner un ejemplo de la relevancia, las condiciones de cobertura de agua y drenaje en población indígena se muestran con mayor rezago. Con base el Conteo Intercensal de 2015, se reportan 12.0 millones de población indígena, 10% de la población total del país (CDI, 2016). De este importante sector de mexicanos 10.5 millones, (87.3%) cuentan con servicio de agua entubada en la vivienda, y no lo tiene 1.5 millones (12.7%). En cuanto a drenaje, 8.8 millones (73.1%) de indígenas disponen de drenaje en la vivienda, es decir 3.2 millones de habitantes (27%) carecen de esta facilidad (CDI, 2016).
Dada esta importancia sin lugar a dudas, el gobierno federal, estatal y municipal en el ámbito de sus competencias deben urgentemente invertir en la implementación de tecnología verde, autosustentable y económica. Esto significa que primero el agua, significa tomar decisiones asertivas hoy y diseñar fórmulas desde el Estado con participación social y bajo marcos de equidad y justicia social para plantear un escenario diferente a la población que le permita tener acceso al agua y de calidad.
La Opinión
La utopía de vivir bien

Cada generación tiene su propia idea del sueño que perseguir. Para nuestros padres, vivir bien era tener un trabajo estable, una casa propia, un coche, una familia. Ese era el ideal. Una vida con certezas, o al menos con una ruta clara. Para muchos jóvenes hoy, eso parece más una fantasía que una meta realista.
Piénsalo. ¿Cuántos de nosotros, a los veintitantos o treinta y pocos, estamos cerca de comprar una casa? ¿O de tener un ahorro suficiente para cualquier imprevisto médico? ¿Cuántos viven con la tranquilidad de que lo que ganan les da para cubrir sus necesidades sin estrés constante? La respuesta suele ser pocos. Muy pocos.
Y no es que no queramos trabajar. Al contrario, hay toda una generación haciendo malabares con chambas, proyectos, freelances, emprendimientos, redes sociales, idiomas y más. Lo que pasa es que el contexto cambió. Las reglas del juego ya no son las mismas. Los precios de todo subieron, pero los sueldos no. La estabilidad se volvió un lujo. Y aun así, seguimos midiendo nuestro éxito con la misma vara que se usaba hace 30 o 40 años.
Nuestros papás, por ejemplo, sabían que si había que apretarse el cinturón durante un par de años para ahorrar, se hacía. Porque aunque las cosas eran duras, el esfuerzo rendía frutos relativamente claros. Hoy vivimos rodeados de estímulos constantes, de una cultura de consumo que no descansa. Queremos la casa, sí, pero también el celular nuevo, los tenis edición limitada, las comidas fuera, los viajes, la suscripción a cinco plataformas y la experiencia instagrameable de cada fin de semana.
Y no está mal querer disfrutar. Al contrario, es válido querer vivir bien, querer gozar. Pero tampoco podemos ignorar que muchas veces nosotros mismos nos saboteamos con ese consumo sin freno. No siempre, pero muchas veces, gastar sin conciencia nos aleja más de lo que creemos de nuestras propias metas. La idea de que todo es inmediato también nos juega en contra: ahorrar, construir algo a largo plazo, renunciar hoy para ganar mañana, suena cada vez menos atractivo en un mundo que te vende gratificación instantánea.
Por eso, creo que toca ser sinceros con nosotros mismos. Sí, el sistema es desigual. Sí, es más difícil. Pero también toca hacernos responsables de nuestras decisiones. De qué gastamos, en qué invertimos nuestro tiempo, qué tipo de vida queremos construir. Tal vez vivir bien no se trate solo de lo que nos falta, sino también de lo que estamos dispuestos a priorizar.
Y al final del día, ¿qué significa vivir bien? ¿Es tener casa propia? ¿Viajar? ¿Tener hijos? ¿Emprender? ¿No tener jefe? La verdad es que no hay una sola definición. Y eso también es parte de lo que distingue a nuestra generación, que estamos empezando a entender que el éxito no tiene por qué verse igual para todos. Que no se trata de cumplir con un guion ajeno, sino de escribir el propio.
El verdadero éxito no tiene que ver con lo que acumulas, sino con lo que construyes contigo mismo. Con la paz de vivir en coherencia con lo que piensas, con lo que sientes y con lo que haces. La felicidad real no es una fórmula única. Es la autorrealización de cada persona, en la forma en que le plazca. Para algunos será formar una familia. Para otros, será emprender. Para otros más, será vivir con menos, pero con más libertad. Y todo eso está bien.
Puede que no todos lleguemos al mismo destino, pero si entendemos que vivir bien es vivir con propósito, en paz con lo que somos y hacia dónde vamos, entonces tal vez ese sueño ya no es una utopía.
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